17/3/11

Jordi Teixidor, el dramaturgo de la transición

Cuando una sutil sátira sobre el poder autoritario consiguió subir a los escenarios, no hubo quién detuviera aquel vendaval de sonora protesta teatral lanzado, ora por una compañía profesional, ora por un grupo de aficionados de pueblo. El mensaje era el mismo, poner en evidencia la corrupción franquista donde a todos los ciudadanos les dolía más: los ayuntamientos. El espectáculo se llamó ‘El retaule del flautista’ (1968). La presentación en clave de fábula con un flautista de Hamelín antisistema, para entendernos, de protagonista. El autor Jordi Teixidor (Barcelona 1939). El resultado más de 1000 representaciones consecutivas a principios de los setenta. Un éxito sonado que convirtió al autor en uno de los dramaturgos esenciales de la transición. Cada función, en el ateneo local más pequeño o en el Romea de Barcelona, era una oleada de protesta contra la corruptela del franquismo municipal. A los Viola, Porcioles y compañía la obra no les debió gustar mucho.
Con aquel espectáculo Jordi Teixidor ganó el premio Josep Mª de Sagarra de teatro, pero, por encima de todo, se ganó la admiración y respeto del público catalán. La gente que iba a ver su ‘retaule’ un día, al poco tiempo se vestía de actor aficionado y lo representaba; una extraña magia escénica que no se produce a menudo. Sus estrenos posteriores se contaron por éxitos: ‘Mecano-Xou’ (1972), ‘La jungla sentimental’ (1975), ‘Dispara, Flanaghan’ (1976), ‘Rebombori-2’ (1978), ‘El drama de les camèlies o el mal que fa el teatre’ (1984) o ‘Ruji’ (1984), forman ya parte inexorable del imaginario escénico de la transición en Catalunya. Gracias a esos títulos no pocos actores se profesionalizaron, no pocas compañías hicieron giras, no pocos aficionados pudieron sentir en sus venas el veneno de la escena, no pocos libros de la colección ‘El galliner’ de teatro se vendieron y mucho, muchísimo público descubrió su pasión por el teatro. Más tarde todavía llegaron ‘La ceba’ (1987) y ‘David, rei’ (1986), ‘Residuals’ (1988) y ‘Magnus’ (1992), todas ellas premios Ignasi Iglesias.
Si Jordi Teixidor escribía con una rotunda carga social tañida de sátira e ironía dignas de la mejor tradición dramatúrgica era, muy probablemente, por tradición familiar y cultural. Nacido en las postrimerías de la guerra civil, toda la familia se refugió en la región francesa del Périgeux, donde vivió hasta 1950 y donde se formó culturalmente. De vuelta a Barcelona, además, terminó sus estudios en el Liceo francés. Aquel lamentable accidente histórico contribuyó decisivamente en su formación.
A partir de 1953 estudió contabilidad, dibujo y pintura y decoración publicitaria, pero lo suyo era el teatro. En 1963 junto a su hermano Ramon, Paco Candel y otros fundó la compañía teatral ‘El camaleó’. Dos años después estrenaba ‘Un fèretre per a Artur’. Después llegaría la historia del burgomaestre de Pimburg, el ‘retaule’, y toda una exitosa carrera que le llevó, incluso, a dirigir el Institut del Teatre, y a escribir el ensayo ‘El drama, espectacle y transgressió (1988), con el que ganó el premio Xavier Fàbregas. Jordi Teixidor vivió el teatro con pasión, y, el teatro le correspondió. Lástima que la vida le traicionó la noche del martes a los 71 años.