28/11/10

En la hora del trago amargo

Ningún arribista y muchos becarios. Este sintomático cambio de decorado humano en la sede de Esquerra respecto al 2006 definió el paisaje de la noche electoral. Algunos de los que fueron hace cuatro años al hotel de ERC para ver que había de lo suyo pillaron cargo, los estudiantes de periodismo que amenizaron anoche la aburrida espera de resultados, a lo sumo consiguieron un bocadillo y una Coca Cola. A cada circunstancia su recompensa.
Pero los de Esquerra son gente con moral de Alcoyano. Vacunados contra el batacazo, lo comprobamos en conversación tanto con líderes como con militantes de base, tan sólo temían una cosa: que Laporta entrara en el Parlament; más que nada porqué, en privado, todos reconocen que no tendrán más remedio que entenderse con el expresidente del Barça, y me huele que les da una pereza inconmensurable. Los entiendo. Con 15 escaños hubieran tenido una derrota dulce y se habrían lamido las heridas echando la culpa al tripartito, cayendo en porcentaje por debajo de ICV el único análisis posítivo era: "en la anterior legislatura lo habríamos entendio, pero en esta ya ves para que sirve hacer una buena gestión de gobierno". Se imponía la resignación: "estamos en caída libre", me decía con sonrisa sardónica un miembro de la dirección embutido en un grueso jersey. El frío de la derrota siempre es más crudo.
La resignación entre las filas republicanas le dio a la noche electoral del hotel Alimara un tono tan frío como el clima, pero evitando caer en la desesperación, quizás por ello escogieron un impersonal hotel situado junto a la gélida Ronda de Dalt, en las antípodas del contratado por el PP.
Fría, pero menos, fue la comparecencia pública de Joan Puigcercós. En la hora del trago amargo fue tan directo y claro como siempre, tras felicitar a Convergència reconoció lisa y llanamente que ellos habían perdido. Cerró filas en torno al ideario independentista y prometió recuperar a los electores fugados. Ese anunciado entendimiento con Laporta no va a ser nada fácil con 4 escaños en manos de SI. Son dos gallos.
Pero los que no podían disimular la indigestión del trago amargo eran los miembros de la dirección y otros cargos electos que acompañaron al líder: el presidente del Parlament Ernest Benach, el candidato a la alcaldía de Barcelona Jordi Portabella, la representante de las juventudes Gemma Lago y Anna Simó (la única que se había dejado ver durante la noche) ponían una cara más que de circunstancias. El conseller Tresserras, fichaje de última hora, estaba literalmente patidifuso. El director de campaña Xavier Vendrell perdió la mirada en el horizonte de la tapicería de la pared de la sala. El diputado Joan Tardà hubiera preferido mandar a la sede electoral a su exitoso doble del programa de humor Polonia.
Me lo había dicho Puigcercós: "quizás ahora no nos merecíamos un palo tan duro". Puede ser, hasta los tradicionales gritos de independencia sonaron lánguidos.
Pero en esa especial tesitura de los rostros de la derrota ya no cayeron los estudiantes de periodismo, ni tan solo la que pasó parte de la noche leyendo los cuentos de Hemingway, que ya es. Para ellos los malos tragos llegarían al día siguiente; una buena parte tenían examen de catalán.