Hay personas que pasan por la vida de uno y personas que pasan en la vida de uno. De las primeras todos tenemos a centenares; de las otras hay muy pocas, pero su huella es capaz de cambiar nuestra percepción de la realidad incluso desde una modesta clase universitaria de historia del arte. La crítica de arte Maria Lluïsas Borràs (Barcelona 1932), que falleció el sábado de una insuficiencia respiratoria en Palafrugell (Girona) a los 78 años y que ayer por la tarde fue enterrada en aquella localidad de la Costa Brava, era de esa escasa especie de personas que merecen con todos los honores el título de maestros. Se lo dijo ella misma a Llàtzer Moix en una entrevista del 2004 con ocasión de haberle sido otorgada la medalla al Mérito Cultural: “he intentado abrir ventanas, y presentar aquí lo que se hacía allí. Los artistas jóvenes tienen antenas, captan los fenómenos del mundo”. Con esta actitud pionera, imagínense lo que les sucedió a aquel puñado de inquietos e ignorantes estudiantes de periodismo de la UAB que, lo único que conocían de arte, eren las entonces polvorientas salas del Palau Nacional de Montjuic.
Con el estudio y la experiencia como armas, doctorada en historia del arte por la UB y catedrática de lengua y literatura francesa de la UAB (1982), Borràs accedió a la crítica casi por roce: tenía amigos artistas, trabajó en la enciclopedia del arte de Salvat y comenzó a publicar artículos. unos sobre Calder y Duchamp en Destino llamaron la atención del editor Vergés, “porqué la habían dicho que a su crítica no le interesaba el arte normal”. Pero la suerte estaba echada.
Tiempos extraños aquellos, pero no más difíciles que ahora; el arte sigue siendo siendo un dominio maldito de minorías y “está dominado por el mercado, las redes de museos y la política”, según reconocía ella misma, que no dudó a pedirle a Ferran Mascarell, en 2004 concejal de cultura, un proyecto artístico para el Fòrum, en lugar de la medalla antes mencionada. “No cambiarás” le respondió el edil.
No lo hizo. No lo podía hacer alguien que destinó diez años de su vida a trabajar desde Nueva York, Londres y París en el que quizás fuera el libro definitivo sobre Francis Picabia, publicado en 1985, un casi desconocido y poco valorado entonces y hoy considerado uno de los grandes.
Fueron cincuenta años ejerciendo la crítica, “haciendo de puente entre el artista y el público”, según definía ella misma, treinta de los cuales en La Vanguardia. En todos esos años tuvo tiempo de escribir monografías sobre Andrés Nagel, Floreal, Ramon Pichot y Arthur Cravan, además de otros libros dedicados a Lluís Domènech i Montaner, Josep Lluís Sert y Antoni Gaudí, Eduardo Chillida, Salvador Dalí y el escultor y poeta Moisès Villèlia. Recientemente había publicado un libro sobre el artista Julio Niebla.
Maria Lluïsa Borràs fue también una de las impulsoras de la Fundació Miró de Barcelona, de la que fue secretaria general, y de la que en la actualidad era miembro de comité ejecutivo de su patronato. Además también era miembro de la Fundació Joan Brossa y de la Real Academia de Bellas Arts Sant Jordi y recientemente había publicado un libro del artista Julio Niebla.
1 comentari:
ostres Rafel, això d'en Martí ha estat brutal, ens veiem aquests dies.
una abraçada.
àngel
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