1/9/09
ANTONIO RABINAD, EL NARRADOR DE LA BARCELONA OSCURA
Enfermo desde hacía tiempo, el escritor Antonio Rabinad (Barcelona 1927) fue enterrado ayer en la ciudad a la que dedicó la mayor parte de su obra literaria. Hombre discreto y creador potente, sin pedir nada obtuvo de la crítica el reconocimiento que el gran público no le otorgó, cosas que pasan en las artes, pero que a él jamás le amilanaron la voluntad narrativa. Autodidacta, secreto o bicho raro, como él mismo se definía, Rabinafd tejió la crónica de una parte de la ciudad que durante décadas no existió ni para la cultura ni para la vida oficial. De la mano de Rabinad, Barcelona se convirtió de nuevo en símbolo literario, incluso a pesar de los barceloneses.
Antonio Rabinad provenía de una familia aragonesa. Con diez años perdió a su padre en la Guerra Civil, un hecho que marcó su literatura y, no sin gran dificultad, publicó sus primeros cuentos en Destino. A pesar de que se consideraba un proletario autodidacta y que a menuda decía que escribía por ‘chamba’, con su primera novela, Los contactos furtivos (1952) ganó el Premio Internacional de Novela. El joven apuntaba, por ello a este primer título le siguieron, Un reino de ladrillo (1960), A veces, a esta hora (1965), El niño asombrado, un relato en clave autobiográfica y Premio Ciudad de Barcelona de 1967, Marco en el sueño (1969), La monja libertaria (1985), La transparencia (1986), Memento Mori (1989), su obra más celebrada, Juegos autorizados (1997), El hombre indigno (2000) y El hacedor de páginas (2005).
A pesar de que consideraba poco menos que un escritor secreto, de culto diríamos, Rabinad perteneció, lo quisiera él o no, a la generación de los Barral, Gil de Biedma, Marsé o Juan García Hortelano, la llamada escuela de Barcelona. Y es que no hay mejor manera de entender la Barcelona de la guerra i la posguerra que con novelas como Memento Mori, comparable a las mejores narraciones de Marsé. Si el autor de Si te diecen que caía narraba los barrios soleados del norte, decía Rabinad, a él solo le quedaban los oscuros como El Clot o el Poble Nou obrero que compartió literariamente con Xavier Benguerel (a pesar de que este era mayor).
El cine fue otra de sus actividades en las que, a pesar de sentirse un bicho raro, según decía, destacó notablemente. Junto a su amigo Vicente Aranda escribió los guiones de Las crueles y Tiempo de silencio y, con José Luis Guarner, Libertarias, adaptación de su novela, La monja libertaria.
A punto de cerrar para ser reformado por completo, el Mercat de Sant Antoni echará en falta el puestecillo dominical donde aquel abuelo amable vendía sus libros de juventud.
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