La fotografía nació con la falsa idea de ser un arte objetivo. Tras ese
espejismo se cometieron, y cometen todavía hoy, todo tipo de engaños y trompe l’oeïl. Algunos son pura estafa y
manipulación, otros hacen de esta trampa un lenguaje artístico. Los fotógrafos
de las vanguardias de los años sesenta desarrollaron su proyecto artístico
entre el fotoperiodismo, nacido con los grandes conflictos bélicos del siglo, y
el juego y la abstracción de los pintores vanguardistas de los años veinte.
Francesc Català Roca, Xavier Miserachs, Colita o Oriol Maspons supieron dar una
mirada renovada a la realidad de la España de la época. Pero de todos ellos fue
Joan Colom quién consiguió un estilo verdaderamente original. Escondida en la
mano, su Leica captaba la calle de forma intuitiva, sin interferir en la
realidad, sin manipular ni detener la vida; respetando la manera de ser de la
gente. Esos safaris, tal y como les llamaba él, son hoy el mejor y mas vivo
testimonio de la vida en la Barcelona de postguerra y la progresiva
transformación urbana de la ciudad. Joan Colom Altemir (1921), gran relator de
la Barcelona del siglo XX, falleció ayer en su ciudad a los 96 años.
La mirada de Colom sobre la sociedad barcelonesa le vino de nacimiento.
Hijo del barrio del Raval y de formación autodidacta, comenzó en 1957 a
fotografiar escenas humanas de su barrio del Born y de las barracas del
Somorrostro. “Yo hago la calle;
fotografiando aspiro a ser el notario de mi época”, sostenía. Colom comenzó
a trabajar de muy joven en un taller de publicidad cinematográfica. Tras
estudiar comercio entró a trabajar en el departamento de contabilidad de una
fábrica textil, trabajo que mantuvo hasta 1986. Tras casarse en 1955 comenzó a
hacer fotos en 1957 y, al año, ingresó en la Agrupació Fotogràfica de
Catalunya. En 1958 presentó una colección de imágenes en el Salón Internacional
de Fotografía de Murcia y ya obtuvo un premio.
Pero a Joan Colom le iba la realidad
de la calle, no los salones, y comenzó a fotografiar la gente del Barrio Chino,
el actual Raval. Es en ese relato cotidiano, fotografiando prostitutas, niños
descalzos y malnutridos, tahúres, vagabundos y toda la gente que conocía desde
pequeño, cuando vivía en la calle Joaquim Costa donde sus padres regentaban una
floristería, donde desarrolla su original estilo, que combina el testimonio de
la marginación con la modernidad del reporterismo gráfico.
En 1959 sus fotografías se vieron por primera vez en París, junto al grupo
Les 30x40. Pronto el boletín de la AFC y la revista Arte fotográfico lo
acogieron en sus páginas, y en 1960 participó en la creación del grupo El
Mussol junto a Jordi Munt, Enric Garcia Pedret, Ignasi Marroyo y Josep Alberó,
entre otros. La llamada nueva vanguardia tomaba forma, y sus fotos se mostraron
pronto en la Sala Aixelà. En aquella muestra ya fue calificado por la crítica
como el mejor reportero gráfico del país. En 1962 la revista AFAl le dedicó un
extenso dossier, y formó parte de la muestra 11 fotógrafos españoles, en París.
El público generalista y poco avezado a la fotografía lo conoció gracias a un
extenso reportaje sobre el Somorostro que publicó en el diario El Correo
Catalán.
Fue Oriol Maspons quién le presentó a Ester Tusquets, que por entonces
ponía en marcha la editorial Lumen. Pronto le encargó un trabajo para la
colección Palabra e imagen. Eran libros en los que se asociaba un texto
literario con fotografías. Vargas Llosa
i Miserachs, Aldecoa i Masats y Maspons y García Lorca precedieron al libro Izas, Rabizas y Colipoterras, de Camilo
José Cela y Joan Colom. Este libro supuso la consagración artística de la nueva
vanguardia fotográfica, pero a Colom la trajo muchos problemas: una mujer que
aparecía fotografiada le denunció. A causa de sete escándalo Colom dejó la
fotografía, y no reapareció en público hasta los años 90, cuando recorrió de
nuevo las calles del viejo Barrio Chino para dejar una nueva visión de la
transformación del centro duro de Barcelona.
Todo el archivo de Joan Colom está depositado en el Museu Nacional d’Art de
Catalunya (MNAC) desde 2012. Un año después el museo le dedicó una
extraordinaria antológica comisariada por David Balsells y Jorge Ribalta. Pero
el gran museo de Colom sigue siendo la calle y la gente que la habita.
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