18/6/13

Tomàs Mallol, el hombre que más amaba el cine

Que el cine cambió la forma de entender el mundo durante el siglo XX no lo duda nadie; pero que el impacto de aquella nueva forma de arte derivara para siempre la vida de un niño de un pequeño pueblo del Empordà cuesta más de creer a pesar de que nos recuerde a Cinema Paradiso. Pero en Tomàs Mallol, que falleció el domingo en Girona a les 89 años, eso fue exactamente así. Las proyecciones de cine ambulante que a finales de los veinte llegaban de noche en noche a Sant Pere Pescador, cautivaron de tal manera a aquel jovencito, que la curiosidad se transformó en pasión y la pasión en forma de vida.
Mallol, que tiempo después compró la cabina de proyección del cine de su pueblo ahora expuesta en el Museu del Cinema de Girona, se sintió atraído por la técnica: la iluminación, la óptica; y a los ocho años ya construyó un rudimentario proyector con el que organizaba sesiones de cine para sus amigos. Su vida estaba trazada como el haz de luz de un arco voltaico.
Perito industrial de formación, y viviendo entre Barcelona y Torroella de Fluvià (Alt Empordà), trabajó de fotógrafo y publicista, al tiempo que entraba en contacto con aficionados al cine a través del Centre excursionista de Catalunya. No renunció al profesionalismo, pero si a la servitud comercial respecto del arte. Tras ‘El pastor de can Sopa’ (1956), su primer filme amateur, debutó en el profesionalismo como director de fotografía en la producción italoespañola ‘Su propio destino’. Fue su primera y última película como profesional. Poco después creó la Unió de Cineastes Amateurs (UCA) y, hasta 1977 realizó 31 filmes. L’Empordà (1957), Mástiles (1963), Instante (1967), Daguerre i jo (1969), Poca cosa sabem (1972), Negre i vermell (1973) o Homenatge (1975) son algunos de sus mejores títulos en los que siempre destacó un perfeccionismo formal absoluto y un trabajo a fondo con el espacio y el tiempo.
Mediados los años sesenta, Tomàs Mallol comenzó a adquirir material cinematográfico de aficionado sin ninguna intención especial. Pero a partir de la lectura de ‘Arqueología del cine’, decidió darle forma a su incipiente colección y dirigirla hacia los primeros balbuceos del cine y la imagen en movimiento. Durante casi treinta años Mallol destinó buena parte de su tiempo a buscar, adquirir, documentar, estudiar y restaurar material específico de los primeros tiempos del cine; sin olvidar una excelente colección de películas y proyectores de cine infantil. En 1994 su colección fue adquirida por el ayuntamiento de Girona y cuatro años después abrió el Museu del Cinema de Girona basado en su colección, que es considerada por los especialistas una de las más importantes de Europa. Por todo ello Tomàs Mallol fue nombrado miembro de honor de la Académia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España y fue galardonado con la Creu de Sant Jordi en el 2000.
Ya no hay cine en Sant Pere Pescador, claro, como no lo hay en la mayoría de pueblos. Se ven películas por la tele o por internet, pero no sabremos quienes somos si desconocemos el patrimonio de la cultura audiovisual que nos ha modelado el carácter.