Miquel Poblet, ingresado el pasado miércoles en el hospital Quirón de Barcelona, falleció ayer a causa de una insuficiencia renal y una infección generalizada.
A pesar de tal fulgurante comienzo, con el que comenzó a labrarse el apodo de ‘la flecha amarilla’ que le pusieron cuando lideraba el equipo italiano Ignis, Miquel Poblet no ganó su querida “Volta” hasta 1952, y volvió a vencer en 1960, justo en el zenit de su popularidad como corredor. Por aquel entonces ya había ganado en dos ocasiones la clasicísima Milan-Sanremo (1957 y 1959), había entrado vencedor en la Milánm-Turín, en 3 etapas de la Vuelta, 3 del Tour y 17 del Giro. Antes de retirarse, dos años después, todavía tuvo tiempo de vencer en 3 ocasiones más en el Giro y ganar el campeonato de España.
Lo de la bici le venía a Poblet de Família. Su padre Enric tenía un taller y, a pesar de que comenzó a estudiar en la Escuela industrial de Terrassa, pronto lo dejó por los pedales. Como todos los ciclistas catalanes, tuvo que emigrar para triunfar, y en Italia halló las mejores condiciones para explotar sus cualidades de esprínter y todo terreno. ‘Si hubiera tenido un mejor equipo habría ganado más carreras’, solía decir con razón, pero sus 144 victorias no son pocas. Además, fue el primer español en lucir en las llamadas clásicas, esas largas y duras carreras de un día en las que los corredores españoles no han vuelto a ser protagonistas hasta hoy en día gracias a Óscar Freire o Joan Antoni Flecha.
En la inauguración de la exposición sobre el centenario de la carrera catalana, tras mostrar orgulloso la época de su debut, Poblet me condujo hasta otro panel, el relativo a los años a la época en que los más grandes de la historia del ciclismo, Mercks, Ocaña o Gimondi, se batieron en las carreteras de Catalunya por el maillot blanco a rayas verdes: “Esa también fue mi época, pero no desde la bici”. Y es que una vez retirado, el campeón no dudó en trabajar para que los ases del momento participaran en la que siempre fue su carrera. Y es que ‘il gato’, como también le apodaron, solo dio s brazo a torcer en un ajustadísimo final de la París-Roubaix que perdió por quince centímetros, y en la vida, como todos.
Miquel Poblet será enterrado el lunes en Montcada i Reixac, donde el pabellón deportivo lleva su nombre.
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