En 1999 Joan Vila-Grau recibió el encargo de su
vida: crear los vitrales de la Sagrada Familia. La sala Parés expone ahora las
acuarelas del proceso de este trabajo ingente, compendio de toda una vida.
Una de les acuarel·les que es poden veure a la Sala Parés |
Tras cincuenta años dedicados al vitral, con
obras en las Llars Mundet (1963), la Caixa d'Estalvis de Sabadell y las Cavas
Codorniu (1970), el Orfeó de Gràcia (1978) o la Fundació Pau Casals (1980),
además de Madrid, Granada, Cincinati o Corrientes, Joan Vila-Grau (Barcelona
1932), pintor y miembro de una saga dedicada al arte, es consciente de que no
habría podido enfrentarse al reto que le propuso la Fundación Junta
Constructora del Templo Expiatorio si no viniera trabajando este arte desde
1950: "Soy consciente de la enormidad del encargo. No me he podido
desconcentrar ni un minuto, porqué todo el conjunto de vitrales son una melodía
de luz que jamás podía perder. He tenido toda esa enormidad siempre en la
cabeza para poder realizar un trabajo unitario. La verdad es que durante estos
más de diecisiete años no me he sentido atraído por nada que no fuera la
Sagrada Família".
El resultado puede verse hasta el 3 de diciembre
en la Sala Parés, donde había expuesto hace veinte años, poco antes de recibir
el encargo. Se trata de 61 acuarelas, "he hecho los bocetos con acuarela
porqué, al ser acuosa, deja pasar la luz, como un vitral" que muestran las
diferentes secuencias del proceso. "Cada ventanal es una unidad; y yo, a
la vez, he pensado en todos como una gran obra unitaria. Para ello he seguido
los criterios que fijó Gaudí, pero trabajando siempre con absoluta libertad
creativa".
Las acuarelas están ordenadas de levante a
poniente, siguiendo el recorrido del sol, para mostrar ese deseado sentido
unitario, porqué toda la Sagrada Família ha de ser una "sinfonía de
color", según había dicho Gaudí. Para ello los vitrales de levante son de
colores claros y tiernos, mientras que los de poniente son intensos, rojos y
anaranjados. También se han preservado los criterios gaudinianos sobre la
intensidad de la luz. El arquitecto sostenía que los vitrales más altos debían
ser incoloros, y tendrían que ir ganando intensidad según descendían.
"Todo lo he hecho procurando no imitar a Gaudí. Este era el peligro. He
pensado en todo momento como enfocaría él, ahora y aquí, los vitrales. No en
los que hizo."
Pero no solo de cristal y color vive el vitral.
"El color es estático", dice Vila-Grau en un discurso artístico e
intelectual que seduce a los presentes, "son los plomos, los que marcan el
ritmo de la composición, el dinamismo". Cuando pide disculpas por el
supuesto espesor de la exposición, todos le pedimos más detalles, más arte. "Se
me olvidaba. Los vitrales llevan un cristal protector de las agresiones
meteorológicas, sobretodo del viento. A las alturas de la Sagrada Família el
viento es muy peligroso".
Los únicos vitrales que no serán de Vila-Grau
corresponden a una prueba que hizo el arquitecto Isidre Puig Boada en la Façana
del Naixement, usando hormigón en lugar de plomo, y a los de la cripta, que
realizó el propio Gaudí y que Eusebi Vila Delclòs, su hijo, ha restaurado.
A principios de los años ochenta el vitral era un
arte en vías de extinción. Se destruían vitrales sin contemplación, sin que la
administración hiciera nada y la comunidad artística bien poco. Fue entonces
cuando Joan Vila-Grau y el crítico Paco Rodón escribieron Els vitrallers de la
Bacelona modernista. El libro fijó las bases de la recuperación de este arte, y
de un proceso de catalogación, conservación y rehabilitación, que Vila-Grau
reconoce que ha sido un vocabulario fundamental para realizar el proyecto de la
Sagrada Família.
El carácter ingente de la obra dejó una fuerte
sensación de vacío al artista, pero Vila-Grau no piensa en jubilarse:
"Claro que he tenido una sensación de desconcierto, pero sigo trabajando.
Ahora estoy pensando un libro que no va a ser la historia de los vitrales, sino
la historia que yo he vivido con los vitrales y los vidrieros".
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