No hay cosa que me fastidie más que levantarme a
las 4 de la madrugada y pasar la mañana entre bostezos esperando embarcar. Pero
para mi sorpresa todo fue sobre la marcha, y a la hora prevista el Airbus rodaba
por la pista camino de Orly. Hasta que, pasados veinte minutos, el comandante
anunció que volvíamos a Barcelona porqué llevábamos una compuerta de la bodega
abierta. Entre una cosa y otra llegué a París con hora y media de retraso. Nos
dieron un vaso de agua.
A la vuelta los retrasos y anulaciones daban mal
rollo. Horas tirado en el asiento de plexiglás de una terminal armónicamente
cutre no me ponen de buen humor, precisamente. La felicidad que me dio el Vidre de meravelles de Barceló i la
antológica de Klee se fue a la mierda. La gran cantidad de niños que, tras
pasar una días felices en Eurodisney, perdieron la alegría por no poder llegar
a casa a la hora razonable que les toca por edad, era un insulto. A los
sátrapas del neoliberalismo, como el tal Alex Cruz, les importa un bledo el
daño moral que infringen a sus clientes, un mal nunca resarcido por disculpas
que pidan; son gratis.
Una compañía incompetente para cumplir su razón
mercantil es empresa muerta. Me lo decía una operaria de handling de Orly, la única persona que informó verazmente a los
viajeros acumulados en el hall 1: "lo
que le sucede a Vueling es por pura codicia". Creíble, teniendo en
cuenta que el pasado año ganó el triple de lo previsto. Antes un sujeto del
personal de tierra insistía en el mostrador: "mi compañero les informará una vez hayan pasado el control". Una
vez pasado el control no había nadie de Vueling, claro.
Mentiras, contradictorias promesas vía whatsapp
que ahondaban en el desasosiego, desinformación y el tiempo entre nervios
jugando con la angustia por llegar a casa como sea.
Por fin el avión, se da prisas al personal de
cabina, nos acomodamos como un rebaño, y, con cinismo cruel, el comandante se
disculpa por el cambio de aeronave por avería y nos desea un buen vueling. A ver: o mintió para enmascarar
la pésima gestión y el afán de lucro sin límite o, peor, además de no cumplir, este
gente usa aviones en mal estado. Varios pasajeros habían padecido averías en
los viajes de ida a lo largo de la semana como sufrí yo el jueves.
Despegamos,
pasan el carro de bebidas, cobrando.
En la madrugada de domingo el Prat parecía
Idomeni, pero a Vueling no le importa otra cosa que su cuenta de resultados.
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