Comenzó tarde en la composición de sardanas, pasados los cuarenta años, cuando entró como instrumentista de fiscorno en la ya desaparecida Cobla Barcelona, pero su intensa actividad musical le convirtieron en uno de los referentes del auge de la sardana a lo largo de casi tres décadas. Fueron los años del 'boom' sardanista. Proliferaban las 'ballades' en todas las fiestas y plazas del país, no ya como un actividad resistencial, sino entendidas como un firme compromiso con la recuperación cultural de Catalunya. La juventud aprendía a bailar y se incorporaba a la tradición, y no había cita que no contara en el programa con alguna de sus composiciones: Coll de Jou (1967), Tarragona (1970), Hospitalenca (1966), Roca de Quer (1967), Lloret bonica (1972), El nostre Lluís (1975), La flama de la sardana o Una vela a l'horitzó (1980) fueron títulos muy populares, algunos premiados (70 de sus sardanas obtuvieron galardones), y musicalmente supusieron una renovación del género.
Pero Tomàs Gil Membrado no solo escribió sardanas. Además de trabajar durante un tiempo en música ligera, también compuso obras sinfónicas, religiosas y corales. Su trabajo 'Jotes de la Terra Alta' fue fundamental para la recuperación de este baile popular de las comarcas del sur. Pero por encima de todo Gil fue un compositor de sardanas para bailar, algunas incluso para ser interpretadas por dos coblas, como Figueres, l'encís d'una anella, Congratulació o Cala Romana. Compuso y gravó siete colecciones de seis sardanas y un poema sinfónico, una para cada día de la semana, y otra seria de doce, una para cada mes.
Tomàs Gil recibió la Creu de Sant Jordi en 2010. Aquel mismo año el ayuntamiento de Parets del Vallès, donde vivió los últimos once años, le hizo un reconocimiento institucional y un homenaje. El sepelio del compositor tuvo lugar este viernes en el tanatorio de Collserola.
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