15/3/16

Manuel Foraster, escritor y activista cultural

Francesc Trabal, Joan Oliver o Armand Obiols eran sabadellencs del mundo. Nacidos en la capital del Vallès, fueron activistas culturales tan sabios como irónicos, editores de libros a menudo imposibles, impulsores de asociaciones de todo tipo y, en definitiva, cosmopolitas de verdad que creían en la regeneración del país a través de una cultura emergente, fuerte y conectada con el mundo. Los estragos de la guerra los llevó a la diáspora, pero incluso en México, Francia o Chile, no abdicaron de una modernidad lúcida, inteligente y vertebradora que, todavía hoy, este país no ha querido comprender. La burguesía nacionalista que capitalizó la recuperación cultural no quiso asumir un proceso de modernidad de aquel estilo para la reconstrucción del país, y las cosas fueron por donde fueron.
Manuel Foraster (1949), que falleció ayer a los 66 años de edad, también era un sabadellenc de mundo. Por eso, tras licenciarse en filología hispánica por la UAB y hacer de lector en las de Burdeos i Nápoles, dedicó años y esfuerzos a agitar la desesperante abulia cultural desde la Fundació la Mirada, la Olimpiada Cultural o la Fundació Caixa de Catalunya. También dirigió la revista Nexus y fue subdirector del semanario El Món.
Habíamos hablado algunas veces de este tema con Manuel Foraster. Como agitador cultural y sabadellenc, él creía en una cultura abierta y capaz de cohesionar un país que siempre está a medias. Leyendo a Trabal, oyéndole a él y ojeando los primeros libros de la Fundació la Mirada, con la que impulsó la recuperación de la memoria de aquel proyecto cultural y mundano de las primeras décadas del siglo XX, uno llegaba a creer en una cultura capaz de estar en la vanguardia de cada época. Y leyendo sus dos novelas, Factures pagades y Lisboa direcció París, uno pensaba que, a pesar de que ya sabíamos que era una quimera, desde el margen del chapoteo comercial y oficialista, había un espacio para vivir, para escribir y para conocer. Foraster de fora se llamaba la trilogía a la que le falta un volumen. Debe ser en esta franja de terreno tan estrecha donde suceden las actitudes elegantes, divertidas, curiosas y inteligentes. Manuel nos lo enseñó de esa manera tan discreta como él tenía de ser, pero contundente e irónica como sus maestros, sus vecinos Trabal, Oliver o Obiols. Es lo que tiene esta gente de Sabadell, que es capaz de situar Gran Central station en su ciudad, y la Rambla en Manhattan. Y si no lo creen no se pierdan la que será su novela póstuma, la que cierra la trilogía. Es que estos de Sabadell no dejan nunca nada a medias.
Los amigos de Manuel Foraster, sabadellenc de nacimiento, vocación, convicción o interés, lo despedirán el martes a las 15.30h en el tanatorio de Sant Gervasi de Barcelona.