Se olían los socialistas que las cosas no iban a rodar muy bien para ellos en Barcelona y actuaron en consecuencia. Nada en esta noche se parecería a la relajada simpatía desplegada por Jaume Collboni durante la campaña. Y como en la noche electoral de las pasadas Europeas los muchachos no consiguieron ni una triste media entrada de prensa y militantes en el habitual espacio de la sala Ernest Lluch, en la sede de la calle Nicaragua, para estas municipales han castigado a la canallesca mandándola a un sótano de muros grises que se parece más a un calabozo policial que a un alegre lugar en el que festejar la fiesta de la democracia (sic). Y ni quatro bocatas ni las cocacolas han soliviantado a los hacinados periodistas, fotógrafos, cámaras y técnicos: la gente estaba cabreada y trabajando en unas condiciones más propias de un partido extraparlamentario que del que, tiempo ha, fue una organización con vocación de transversalidad en el catalanismo de izquierdas. O sea, que castigar a los medios que han de trabajar en directo y con prisas, al zulo de las ruedas de prensa de a diario (las que se llenan con los becarios), tiene algo de metáfora electoral y de distopia política. Y créanme que lo siento, pero es que en este país todo es condenadamente simbólico, como dice uno de los personajes de l’Hort de les Oliveres, la magnífica obra de Narcís Comadira que triunfa en el TNC que los candidatos deberían haber visto antes del día de autos electorales.
A falta de algo que celebrar más allá de la consolación de las ciudades metropolitanas, Iceta, Montilla y compañía se encerraron en un despacho lejos del barullo y mandaron primero a Assumpta Escarp a torear con la prensa cabreada (se limitó a leer el papel que se lee todas las elecciones). Pero por mucho que le protestaron ni tan solo sirvió para que pusieran una tele dentro de la sala: todo facilidades. La alegre muchachada socialista a veces se busca la ruina gratuitamente.
Por suerte, cuando más decaído estaba el ambientillo en el zulo, hizo su aparición estelar la militancia: tres señoras de las que no se pierden una cita electoral, de las que incluso vinieron la noche de las Europeas. Y nada, para abajo con la prensa. Tan agradables como resignadas, las simpáticas musas federalistas suavizaron temporalmente el enfado del personal. Y como, a falta de la más mínima comodidad, la gente estaba por la faena de sobrevivir para mandar la crónica, con media docena más de militantes llegados sospechosamente de golpe, se resolvió la papeleta.
Pero que no sufran. Uno, que lleva municipales a sus espaldas desde 1979, estará eternamente agradecido al PSC por este inesperado y excitante confinamiento en el zulo de Nicaragua. He visto cosas raras durante las noches electorales, pero como esta ninguna. En fin, por si acaso, para otra noche electoral, le propondré al director que mande a la sede del PSC al mejor becario que tenga a mano. Así aprenderá algo de la vida de los otros; como mínimo como son los calabozos.