Nacido en Mataró (Maresme) en 1935 y crecido en la comunidad gitana del Raval Barcelonès, Pere Pubill Calaf se inició en la vida vendiendo telas y ropa junto a su padre en mercados ambulantes, tal y como cantó en una de sus mejores composiciones, 'El mig amic'. Hasta hace pocos meses no era difícil encontrarse al cantante en el bar 'Els tres Tombs, de la Ronda Sant Antoni.
Gravó su primer disco casi por casualidad, como otro rey, Elvis, en 1947; actuó en locales de mala muerte de la costa durante algunos veranos, y un accidente de moto lo tuvo inmovilizado durante una temporada en casa, le sirvió para perfeccionar la técnica del ventilador, el ritmo del compás de 6 por 12 típico de la rumba, pero siguió vendiendo telas por los mercadilos para ganarse la vida, hasta que dio el salto a Madrid en 1960, al tablao 'El Duende', propiedad de Pastora Imperio y Gitanillo de Triana. Ahí comenzó a ser conocido gracias a canciones que su interpretación han hecho pasar a la memoria de la música popular como 'El muero vivo', de Guillermo González Arenas. Dicen las crómicas que, por aquel entonces, gracias a la popularidad adquirida por Peret, en las discotecas de moda, pasada la medianoche, se programaba rumba. Exactamente lo mismo que sucedió en 1992 tras los JJOO, solo que, si en los sesenta era un símbolo del 'Spain is diferent' del franquismo, a finales de siglo XX era una señal de modernidad. Peret no fue el único que tuvo que ver en esta profunda transmutación, el Gato Pérez había puesto la rumba en los escenarios del rock a finales de los setenta, pero supo capitaneara, proyectando el sabor y color local a todo el mundo, haciéndola internacional, original y moderna.
Pero mucho antes de esto, 'Una lágrima', 'Borriquito como tu' y, sobretodo, la eurovisiva 'Canta y se feliz', canción que estuvo siete semanas en el número uno de las listas de éxitos en Holanda y dos en las de Alemania, catapultaron a Peret en toda Europa. Eran loa años setenta. El 'boom' del turismo de playa, sol y sangría sacó al país un poco de la miseria y provocó que miles de europeos serios y temerosos de Dios en sus casas se desmadraran de lo lindo en tablaos para guiris como La Quadra, de Calella de la Costa, donde todo el mundo decía que estaba a reventar de suecas rubias y ardientes que se volvían locas con la rumba, pero a las que nadie había visto jamás. Esas noches de alegría vacacional, o las tardes con capea de vaquillas, paella y sangría, vendieron miles de discos de Peret o sus queridos Amaya. Europa bailaba la rumba y Peret era su rey. Por aquellos tiempos el cantante protagoniza el pintoresco filme de Mariano Ozores 'A mi las mujeres ni fu ni fa'.
Pero en noviembre de 1982 tuvo una revelación divina: su futuro había se estar al servicio de Dios y de sus hermanos. Se lo decía a un joven periodista casi como una confidencia un soleado mediodía de invierno de ese mismo año en el jardín de su casa de Mataró y casi no se lo creía. Tres años después dejó su ciudad natal y los escenarios, y se dedicó a hacer de pastor evangelista.
Con los Juegos Olímpicos de 1992, Barcelona irrumpió en la modernidad, supo postularse como una de las grandes ciudades culturales del mundo, y triunfó con el mismo éxito irrefutable que la costa lo había hecho treinta años antes. Y Peret estaba de nuevo allí. 'Barcelona tiene poder' cantó a todo el mundo desde el estadio de Motnjuïc, y los atletas venidos de todos los rincones del planeta le creyeron como los fieles de su iglesia. Saltaron al escenario (el 'atletas bajen del escenario' de Constantino Romero, podría haber sido el título de otra rumba), se dejaron vencer por la alegría del rey, Los Amaya y Los Manolos, y el mundo entero descubrió que la rumba catalana era mucho más que una pachanga veraniega de playa; era el ritmo con el que un pueblo le canta a la vida. El álbum 'No se pue aguantar' (1991)supuso el retorno definitivo de Peret. Después vinieron 'Que disparen flores' (1995) y 'Jesus de Nazaret (1996). Tras reeditar sus éxitos de los setenta en Discophon (1998)y recibir la Creu de Sant Jordi, músicos como David Byrne (de los míticos Talking Heads), Jarabe de Palo, Fermín Muguruza o Carlos Jean, gravaron con él el testimonio más universal del genero: 'Peret: rey de la rumba'. Y en 2006 participó en el disco de homenaje a Joan Manuel Serrat, 'Per al meu amic Serrat', con una versión del 'Me'n vaig a peu' que supera con creces a la original. Peret compaginó escenarios con la producción de jóvenes cantantes de rumba; 'Que levante el dedo' (2007) fue su último disco con canciones inéditas. La enfermedad, que comunicó él mismo a la prensa en julio de este año, y el rápido desenlace lo sorprendieron trabajando en el que había de ser su primer disco cantado íntegramente en catalán.
Antes Peret había participaó en el disco de La marató de TV3 con una versión en catalán de 'Live is Life', de los austríacos Opus, en el primer concierto de la gira de Sabina Y Serrat, cantando con ellos 'el muerto vivo' y en el 'Concert per la llibertat' del Camp Nou cantando 'Catalunya te molt poder' y una sólida versión 'L'Emigrant'. En el 2008 había recibido la medalla de oro al mérito artístico del ayuntamiento de Barcelona; por qué nunca la ciudad ha tenido alguien que la cantara tal como es.
En el documental de Carles Prats 'Cuchibiri cuchibiri', presentado en el festival InEdit del 2013, el rey de la rumba catalana dejó para la posteridad su legado artístico.