Tras crear, en 2007, dieciséis obras de gran formato a modo de recorrido
sobre las etapas de la vida, Joan Pere Viladecans presenta un libro con diez
dípticos que contextualizan aquella serie.
Consciente de que su idea original se fundamentaba en la búsqueda de la
propia historia, los ancestros y la sucesión de la vida (padres, hijos, nietos)
vista como un sinuoso camino sobre el que reflexionar de forma emocional y
poética, "algo que a veces es una
quimera", puntualiza el pintor; en 2014 Viladecans donó al Parlament
de Catalunya seis de aquellas obras, que ahora pueden verse en una espectacular
sala que lleva su nombre. "A pesar
de que contemplar la propia obra es, de hecho, una acusación y me llena de
desazón por las cosas que cambiaría, incluso en alguna ocasión las obras que
destruiría, el Parlament es la casa de todos, y es para mi un honor poder
mostrar esta reflexión que apela a ideas y sentimientos comunes",
asegura el artista, "porqué el
sentido del arte es compartirlo".
Pero tras aquella serie, que dio por cerrada tras la cesión de las obras,
"me había sumergido durante bastante
tiempo en la idea de patrimonio y me había hecho muchas preguntas sobre el tema
hasta creerlo agotado", la idea volvió a aflorar de nuevo a partir de
una propuesta que le hicieron desde Edicions de l'Eixample. "Por suerte este tipo de retos siempre me suelen
llegar desde el exterior", dice en referencia a los recientes y
exitosos trabajos sobre Salvador Espriu (Sinera)
y Miquel Martí i Pol (Salveu-me la mirada).
La propuesta le puso otra vez en marcha. "En la primera serie hice las figuras, el relato humano. En esta de
ahora he puesto el ambiente, el paisaje. Eso si, teniendo en cuenta que esta es
otra época para todos, y que yo también he evolucionado hacia otras técnicas,
colores". Los ocres de óxido, presentes en el trabajo sobre Martí i
Pol aparecen de nuevo, pero también el azul Viladecans, los montajes con fotos
del álbum familiar, los objetos de la memoria (la caja de lápices Alpino).
Así ha nacido el libro 'Patrimoni i
memòria', una suite de diez dípticos, a cara y cara, que dialogan
sorprendentemente ente ellos, como un juego a veces, y que se complementan con
las dieciséis obras originales de 2007. "La primera serie es más dramática, acepto que la definas como un punto
expresionista; pero está cerrada. Las figuras quedan ahí. En esta segunda he
pensado más en el ambiente. El texto de Philip Roth 'Patrimoni. A true Story',
me ayudó mucho a esclarecer ideas. Ahora si creo que la reflexión sobre la
memoria personal se proyecta bien hacia el patrimonio colectivo". Así
se cierra de nuevo el círculo de una de los más potentes mensajes del arte de
Joan Pere Viladecans: la proyección del yo al vosotros. Un hilo conductor que
atraviesa su obra, y que le ha convertido en uno de los artistas catalanes
contemporáneos con mayor capacidad de comunicación social. Aquello que ciertos
críticos llaman pintura literaria o poética; porqué como dice él: "el
arte ha de mostrar, la literatura, efectivamente, es memoria". Y la
memoria parte de la reflexión, porque 'somos aquello que hemos sido', escribe
Carme Riera: "el diálogo entre los
vivos y los muertos, el paso del tiempo, las tecnologías que aceleran la vida y
el pensamiento, que debe ir tan lento. Todo esto me preocupa", insiste
el artista. Y este libro lo es todo.
Además de los dípticos, de la reproducción de la serie primigenia y de un
cuaderno de trabajo, otro juego de la memoria, 'Partimoni i memòria' va
acompañado de un original estampado en seis tintas sobre lino y algodón. Arte
en formato bibliófilo (298 ejemplares), una dimensión muy Viladecans; un
artista que no ha conocido la crisis, y que estos últimos años ha trabajado sin
descanso. "Sin pintar no soy nadie",
sostiene, aún sabiendo que hay otros factores: "si estás en estado de gracia y te cae una mancha sobre el lienzo; es
buena", bromea. Pero las supuestas manchas se han de buscar, y Joan
Pere Viladecans (1948) lo hace con ahínco desde su primera muestra en el Cercle
Artístic de Sant Lluc, hace ahora 50 años. "Hemos cambiado todos y ha cambiado todo", sentencia sin ningún
asomo de nostalgia mientras nos despedimos a las puertas de la antigua Sala 3
del Parlament de Catalunya, hoy sala Joan Pere Viladecans. Un honor para el
artista, pero sobretodo para el país.
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