De su primer conseller de Cultura, Max Cahner, Pujol desconfió como hace
con todos los intelectuales. Al segundo, Joan Rigol, lo destituyó por llegar a
un acuerdo, el célebre Pacte Cultural, con el gobierno socialista de Barcelona.
Era la época en qué, como sostenía un miembro del Govern, "en la Generalitat solo hay tres consellers:
Jordi, Pujol y Soley". Aún así el tercero, Joaquim Ferrer, supo
driblar el férreo control del President y, mientras desmantelaba formalmente el
Pacte, abría la Generalitat a la modernidad y la internacionalización, a la vez
que promovía un diálogo intenso con los intelectuales más representativos de la
cultura española. Pero ello no fue óbice para que Pujol le permitiera repetir.
Señalado por el todopoderoso secretario general de presidencia, Lluís
Prenafeta, Joaquim Ferrer abandonó el Departament de Cultura tras las
elecciones de 1988 dejando el legado de más hondo calado en política cultural
de los años del restablecimiento de las instituciones. Joaquim Ferrer
(Barcelona 1937) falleció el martes a los 78 años en Alella (Maresme), de donde
era vecino desde hacía muchos años, tras una enfermedad fulminante.
A pesar de no ser conocido en los ámbitos culturales más que por su faceta
de historiador del movimiento obrero, desde 1983 y hasta ser nombrado conseller
era diputado de CiU en el Congreso, el diagnóstico de Ferrer fue exacto.
Arrasada por la dictadura y embotellada en los primeros años de recuperación
por las pugnas entre instituciones y el sectarismo, la cultura catalana corría
peligro de fractura si la Generalitat no era capaz de dar un paso al frente y,
superando el estadio meramente reconstructivo, llegar a ser un agente del
debate cultural mundial. Habló con creadores y agentes culturales y les pidió
"romper el culo de botella de la
cultura catalana", recuerda Vicenç Altaió, que coordinó la comisión
para la modernización de la cultura catalana. Paralelamente animó el debate con
el resto de culturas de España y promovió una comisión de internacionalización
que coordinó la poeta Marta Pesarrodona. Ver a Pau Riba, Claret Serrahima,
Martí de Riquer, Fernando Lázaro Carreter, Santiago Dexeus o Guillermo Cabrera
Infante entrar y salir de reuniones en el Palau Marc (sede de Cultura) dejó de
ser un exotismo para convertirse en la política de aire nuevo y ventanas
abiertas que Joaquim Ferrer esperaba que contribuyera a que la cultura catalana
terminara su proceso de restitución a la normalidad. "Som a mig camí" (estamos a mitad del camino) era una de sus
frases favoritas.
Joaquim Ferrer fundó junto a Josep Pallach el Reagrupament Socialista
Democràtic (posteriormente PSC Reagrupament). Pero tras la muerte de Pallach y
un breve laso de tiempo en el Partit dels Socialistes de Catalunya, en el que
se integró su partido, pasó a militar en CDC. Antes de conseller fue
subdirector General de Acció Cívica (1982-84) y diputado del Congreso
(193-195). Después fue diputado del Parlament y senador, hasta 1999.
Historiador de formación, Ferrer se especializó en el movimiento obrero y
su relación con el catalanismo; especialmente en el estudio del CADCI, la
asociación de dependientes de comercio de tendencia catalanista creada en 1903.
él fue autor de algunos de los primeros libros sobre el movimiento obrero en
Catalunya: 'Layret 1880-1920' (1971), 'El primer Primer de Maig a Catalunya'
(1972), 'La vaga de Harry Walker de Barcelona' (1972) o 'Simó Piera, perfil
d'un sindicalista (1973)'. Posteriormente, fruto de su dedicación a la
política, escribió ensayos como 'La lluita pels ajuntaments democràtics''
(1977), 'Un nou impuls per a Catalunya' (1982) o 'A mig camí' (1989). Su último
libro, 'Josep Tremoleda, plantar cara a la por' (2008), lo dedicó a uno de los
fundadores de la revista Cavall Fort.
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