A falta de algo que celebrar más allá de la consolación de las ciudades metropolitanas, Iceta, Montilla y compañía se encerraron en un despacho lejos del barullo y mandaron primero a Assumpta Escarp a torear con la prensa cabreada (se limitó a leer el papel que se lee todas las elecciones). Pero por mucho que le protestaron ni tan solo sirvió para que pusieran una tele dentro de la sala: todo facilidades. La alegre muchachada socialista a veces se busca la ruina gratuitamente.
Por suerte, cuando más decaído estaba el ambientillo en el zulo, hizo su aparición estelar la militancia: tres señoras de las que no se pierden una cita electoral, de las que incluso vinieron la noche de las Europeas. Y nada, para abajo con la prensa. Tan agradables como resignadas, las simpáticas musas federalistas suavizaron temporalmente el enfado del personal. Y como, a falta de la más mínima comodidad, la gente estaba por la faena de sobrevivir para mandar la crónica, con media docena más de militantes llegados sospechosamente de golpe, se resolvió la papeleta.
Pero que no sufran. Uno, que lleva municipales a sus espaldas desde 1979, estará eternamente agradecido al PSC por este inesperado y excitante confinamiento en el zulo de Nicaragua. He visto cosas raras durante las noches electorales, pero como esta ninguna. En fin, por si acaso, para otra noche electoral, le propondré al director que mande a la sede del PSC al mejor becario que tenga a mano. Así aprenderá algo de la vida de los otros; como mínimo como son los calabozos.
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