A finales de los sesenta, el poeta Joan Brossa le espetó a Carles
Santos: "Tocas muy bien el piano,
pero y ahora qué?". Según el músico, "la pregunta fue mortal". Aquel día Santos (Vinaròs 1940)
comenzó a pensar en como introducir elementos innovadores a su música que
superaran las formas convencionales. Los encontró en la poesía, el teatro, la
pintura, la escultura y la performance. Y así se convirtió en un artista libre
y total. El encargo que en 1967 le hizo Brossa, su 'Concert irregular' para
celebrar el 75 aniversario de Joan Miró, supuso el punto de partida del artista
tal y como lo hemos conocido, y que el lunes falleció en su villa natal del
Baix Maestrat.
A los cinco años ya tocaba el piano. Después estudió en el
conservatorio del Liceo, en París y Suiza, y en 1961 inició una prometedora
carrera de concertista interpretando a Bartok, Arnold o Webern. Pero la poesía
surrealista, juguetona y visual de Brossa, y el simbolismo plástico de Miró
influyeron enormemente en la concepción escénica de la música presente en toda
su obra posterior. El 'Concert irregular' se estrenó en Saint Paul de Vence,
Barcelona y Nueva York. Por aquel tiempo Santos comenzó a trabajar en las
bandas sonoras de los filmes de Pere Portabella y de Jordi Cadena, e incluso
dirigió un corto: L'àpat. Al año el compositor recibió una beca de la Fundación
Juan March que le permitieron estudiar en Nueva York, donde entró en contacto
con John Cage. El pianista clásico había desaparecido, nacía El creador
liberto.
Santos fue uno de los iconos de la revuelta estética de la Barcelona
de los setenta. Actuando en los festivales más importantes como el de otoño de
París, el Musicalia de Milán, el de jazz de Moers o la bienal de San Juan de
Puerto Rico, el músico fue un revulsivo en el agitado panorama artístico de la
Barcelona del Saló Diana, l'Assemblea de Treballadors de l'Espectacle, la Ona
Laietana de Zeleste o l'Espai 10 de la Fundació Miró. La contribución a aquella
profunda y radical transformación cultural de la Catalunya post franquista, es
quizás el mayor legado público del artista. Luego, durante los años 80, El
Spektakel de Zuric, el festival Zürcher o las obras de música escénica que
estrena en Sydney, Berlín o Barcelona, no hacen más que poner en valor el
panorama artístico y creativo catalán del cual él es uno de los máximos
talentos con difusión internacional. El humor, la sexualidad extravagante y
provocativa y el juego interpelan al espectador a través de un lenguaje único y
capaz de mezclar el cabaré, con la música clásica, la contemporánea o la
poesía.
En 1992 compuso e interpretó la fanfarria de la ceremonia inaugural de
los JJ OO de Barcelona i en 2001 la Bienal d'Art de València. Santos irrumpió
en la era global con el mundo del arte rendido a su excelencia. Una docena de
premios internacionales de composición, dirección e interpretación lo avalan.
Una quincena de discos, una docena de espectáculos, casi treinta bandas
sonoras, once largometrajes como director y instalaciones escultóricas como La
Sargantaneta, que inauguró la Vinya dels artistes en la Pobla de Cérvoles (les
Garrigues), testimonian la creatividad sin límites ni cortapisas de este hijo predilecto de Vinaròs y Creu de Sant Jordi
de la Generalitat de Catalunya (1999). El premio Nacional de Música (2008), la
Medalla de oro del Círculo de Bellas Artes (2007), varios premios MAX de artes
escénicas o la medalla de la Universiat de València son galardones que
jalonaron la fecunda vida creativa de este artista total, que también
disfrutaba dirigiendo la banda de una sociedad musical de su tierra.
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